Lluís Maria Todó, en El Mundo de Cataluña, 010509.
ENCUENTRO muy sospechoso que no se haya prestado la atención que merece el último libro de Joan Lluís Marfany, 'Lengua, nación y diglosia' (L'Avenç, 2008) que, en cambio, es un ensayo importantísimo que propone una interpretación radicalmente nueva de la historia cultural y lingüística de Cataluña. Tan nueva es la visión de Marfany, y tan rigurosamente documentada, que si los responsables correspondientes leyesen este libro, deberían cambiar todos los libros de texto de bachillerato -y muchas más cosas.
Lo que propone Marfany es sustituir la noción de bilingüismo por la de diglosia, que consiste en el hábito que tiene una sociedad de usar lenguas diferentes en situaciones diferentes. Así, el autor demuestra con abundantíssima documentación que el castellano no fue impuesto en Cataluña -como pretende el dogma nacionalista- sino que fue adoptado de buena gana ya desde comienzos del siglo XVI, cuando el rey y la corte pasan a residir en Castilla.
A partir de este momento una serie de instituciones empiezan a redactar sus documentos en castellano, y sobre todo los nobles y la gente rica comienza a hacer que sus hijos aprendan el castellano en los colegios religiosos que van surgiendo.
Mientras, tanto el uso oral como los usos escritos más familiares [libros de cuentas, contratos de aparcería] se siguen haciendo en catalán. Más concretamente, argumenta Marfany, hasta la revolución liberal del XIX la lengua castellana es considerada por las clases altas catalanas como un privilegio exclusivo, del cual mantienen cuidadosamente apartada a la «gente menuda», que continúa hablando rezando y cantando en catalán, no por ningún «resistencia», como pretende la ilusión nacionalista, sino porque no tiene más remedio.
Pero el avance de las ideas liberales y democráticas significa también, en Cataluña, el avance en el conocimiento y el uso del castellano sobre todo entre las clases medias y populares (ejemplo, la literatura libertaria).
El resultado de ello es la gran paradoja que propone Marfany: lo que los libros de texto y la opinión común llaman «renacimiento» en realidad es justo el momento en que la gente que sabe escribir en Cataluña decide hacerlo en castellano, y rinde un último homenaje, un poco patético, al catalán: los Juegos Florales.
Después vendrá la invención del catalanismo (o de Cataluña), tan bien estudiada por Marfany en «La cultura del catalanismo» (1995) y el llamado proyecto político del nacionalismo catalán, que al parecer todavía dura.
martes, 5 de mayo de 2009
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